«Si hay algo -decía Ezequiel Martínez Estrada en «La cabeza de Goliat» hace 65 años- que responda simétricamente a la ciudad, como voz que le sale del alma, es la radio; imagen sonora de la ciudad. Lo cosmopolita y lo cursi; lo grosero y lo poderoso; lo noble y lo guarango. La voz de la radio resume lo que Buenos Aires piensa, siente, codicia.»
En este 2005, se detecta en el dial una actividad inusual: incorporación de rutilantes figuras (Lanata, Guinzburg, Tinelli), corrimientos de horarios (Gelblung, Magdalena, González Oro, Paluch); enroques curiosos (Pinky, Alicia Barrios); pases en cantidad (Casella, Any Ventura, Majul, Laje, Carnota); llamativos regresos (Santo Biasatti; Mateyko); nuevos programas (Tognetti, Lalo Mir, Pato Galván y hasta Los Macocos); estreno de nuevas señales (Spika, Pop); ambiciosas campañas publicitarias, slogans renovados y una parva de columnistas que se suman a las voces familiares del éter (Hanglin, Gómez Castañón, Nelson Castro y, desde el año pasado, Mónica y César, y Pettinato).
Habrá que esperar para ver qué dice la gente con tanto cambio. A diferencia de la TV, que el rating la califica de un día para el otro, la radio sólo cuenta con informes trimestrales de audiencia, lo que le permite desplegar más racionalmente sus estrategias de programación, sin los tironeos e histerias de la TV.
En su interesante trabajo «El arte radiofónico» (La Crujía Ediciones, Buenos Aires, 2004), su autor, Ricardo Haye, estudioso de este fascinante medio, dice que «la comunicación radiofónica no puede consagrarse exclusivamente al raciocinio y que debe contener la emocionalidad de la gente, programando no sólo mensajes de tipo cognitivo, sino también los que expresan contenidos afectivos y/o estéticos». Para Haye, el conductor tiene el «rol decisivo» y subraya que a su alrededor debe prevalecer el «espíritu de cuerpo» entre columnistas, movileros y productores, de forma tal que exista «un sistema de enlaces que evite la sensación de un amontonamiento caprichoso de asuntos inconexos».
Así como la sola contratación de cracks no le garantiza a un equipo de fútbol ganar el campeonato, si éstos no se conectan para hacer avanzar la pelota hasta dentro del arco contrario, la radio también pide a gritos idéntica armonía. «La cohesión -afirma Haye- requiere de un estilo que uniformice la propuesta, soldando firmemente sus eslabones.»
Pero eso no será suficiente si el «sistema de articulación que clasifica, fracciona y organiza su totalidad significante en audiciones y horarios» no responde o se aparta del perfil tradicional de la audiencia de cada emisora. Y tampoco se obtendrán buenos resultados de no mediar entre emisores y receptores una óptima transmisión, tanto en potencia como en calidad de sonido.
* * * Este último dato no es para nada secundario: no por casualidad la frecuencia modulada (FM) -cuya sintonía es sensiblemente más depurada que la que brinda la amplitud modulada (AM)- se queda con la porción mayoritaria de público (ver infografía). Su crecimiento no se detiene: según Ibope, las FM, que de septiembre a noviembre de 2002 representaban más de la mitad (54 por ciento) del encendido total, en igual período de 2004 profundizaron su penetración en un 68 por ciento (lo que equivale a 5.623.180 oyentes).
Esta información coincide con la que maneja Brand Connection, que edita anualmente los valiosos «Mediamap» (una radiografía rigurosa del comportamiento comercial y de audiencia de cada medio).
Sin embargo, surgen diferencias con respecto a las AM: mientras la medidora de audiencia anota una expansión, entre 2002 y 2004, de esta popular franja radial, de un 37 a un 39 por ciento (que sumado al porcentaje de las FM sobrepasa el 100 por ciento porque, como es lógico, hay público superpuesto por frecuentar ambos sistemas), Brand Connection percibe una retracción: en el promedio de 2003, las AM concentraban el 33 por ciento del encendido, de 6 a 24, pero el año pasado se encogieron al 31 por ciento.
En lo que sí Ibope y Brand Connection acuerdan es en que las AM se escuchan menos que las FM, salvo en la franja que va de 6 a 9. Así, sucede algo curioso: en la primera mañana, algunas FM procuran parecerse cada vez más a sus pares de AM, elevando sus contenidos informativos; en tanto que ciertas AM podrían sentirse tentadas, en otros horarios, a buscar en la cultura FM elementos que le restituyan su liderazgo original.
El tema es que, según Ibope, la naturaleza de las audiencias de AM y FM son bien diversas: la primera concentra, fundamentalmente, público más adulto (de 50 a 74 años), en tanto que hay casi cuatro veces más chicos y jóvenes (de 12 a 24 años) concentrados en la FM que en la AM y casi el doble de adultos jóvenes (de 25 a 49 años).
Lorena Cabrera, responsable del área de research de Brand Connection, apunta que «hay una mayor concentración de la audiencia en menor cantidad de emisoras. En 2003, las cinco señales más escuchadas concentraban el 40 por ciento de la audiencia y en 2004 dicha proporción pasó al 43 por ciento».
En ese selecto top five sólo figura una emisora AM (Radio Diez), escoltada por cuatro FM (La 100, Mega, FM Hit y Rock & Pop).
La potencia, por un lado, y la calidad de recepción, por el otro, conjugados con propuestas que acierten en formatos y contenidos coherentes y atractivos, se tornan irresistibles para la audiencia.
Por Pablo Sirvén
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